PERRO QUE LADRA

Friday, March 16, 2007


LA IMAGEN OBSESIVA
Y
LOS DIFUSOS LÍMITES ENTRE LA REALIDAD Y LA FICCIÓN


Una reflexión analítica del libro “Homo Videns, la Sociedad Teledirigida”, de Giovanni Sartori y del fenómeno audiovisual globalizado.

Por María del Pilar Clemente B.

Fotografías, documentales, cine (en distintos soportes), blogs, infografías, sopts publicitarios, afiches, pantallas... hoy más que nunca, la imagen reina en las sociedades que aspiran participar de la globalización.
Basta recoger esta definición del escritor Marcelo Mellado1 “la visualidad obsesa es un padecimiento de nuestra época, un centrismo óptico que alcanza estatuto espistemológico. Desde la seducción y sus detalles, hasta las grandes construcciones discursivas son devoradas por sus fauces. La imagen homológica nos viene de un Platón cavernario o de un Georges Bataille voyerista, no sin antes transitar por la experimentación barroca, hasta la psicosis de una modernidad que hizo del ojo observador un fundamentalismo arrogante”.

Aunque la mirada de Giovanni Sartori puede resultar más “apocalíptica” que la “integradora” de su antecesor Marshall McLuhan, en cuanto a comprender la necesidad de adaptarse a los nuevos parámetros tecnológicos y a “dejar de mirar el futuro a través del espejo retrovisor”, existen algunos conceptos que, a la fecha, merecen ciertas reflexiones.
Por ejemplo, la diferenciación entre realidad y ficción que, según él, ocuparían segmentos claramente separados en los contenidos televisivos. Es claro para el espectador que los bloques informativos presumen o pretenden una realidad, captada al estilo de la mítica “aldea global” de McLuhan, lo que no deja de ser una construcción simbólica imaginaria, considerando como dice Sartori, todos los países o noticias que por razones de espacio, costos, tiempo y políticas, quedan lejos del lente focalizado.
Además de estos temores captados por el autor italiano, hay que añadir tres flujos de imágenes que ocupan las parrillas de programación: la invasión de los reality shows, los documentales y reportajes que exhiben, como género, la realidad recreada y quiénes tienen derecho a emitir su programación en el mundo.

Los reality: la privacidad pública

Si bien Hanna Arendt en su ensayo “La Condición humana” habló de la pérdida del ágora y del concepto tradicional y pensante de lo político, advirtió también sobre la tentación del ser humano de cambiar la existencia humana desde lo dado, por algo “hecho por él mismo”. Una tentación que lo hace sucumbir al artificio y, por ende, a tener la capacidad de destruir la vida como de “crearla”. La pensadora aplica esta idea a la ciencia y tecnología, con todo el actual debate ético. Para ella, corremos el riego de estar a merced de artefactos que podemos construir, pero sobre los que no podemos pensar. Es en este campo, donde ingresamos a la confusión contemporánea entre los espacios públicos y privados. Justamente, porque gran parte de la invasión al “recinto sagrado” de lo privado, lo hacen tecnologías mediáticas, como la radio, televisión e internet.
Gustavo Remedi, doctor en literatura hispánica de la Universidad de Minnesota, habla del “asalto al espacio público”2 de la siguiente manera: “Lo más preocupante respecto al asalto de lo público no es tanto la apropiación personal de lo público (lo cual sería una forma de democratización) sino el vaciamiento y deterioro del espacio social, la desaparición de un conjunto de formas que favorecían el relacionamiento social y la vida democrática; y su contra-cara, el modo en que un conjunto de grandes corporaciones transnacionales ha ido apropiándose de los espacios sociales y culturales y han pasado a hegemonizar práctica y simbólicamente la formación del público y la opinión pública”.
Efectivamente, los realitys o la telerrealidad son un género relativamente nuevo en televisión, creado por el holandés John de Mol y su productora Endemol en 1999. El primer formato se llamó Big Brother, emulando al líder Gran Hermano de la novela “1984” , publicada por George Orwell. Esa misma fuente de inspiración nos remite al viejo temor de un Estado invasivo, regulador de la intimidad. Los ojos vigilantes, la imposibilidad de tener una vida privada es el eje que destaca y valora el reality show, ya que a través de alguna situación forzada, como encierro, pruebas de supervivencia, competencia de talentos y otras escenografías, se pone en juego a un grupo humano, donde el espectáculo son sus vidas cotidianas. Ya no es el actor o el guión el que maneja los pulsos dramáticos de una historia, ya no es el espectador, quien ingresa a través del “sí mágico” a una realidad impostada. No están allí el director, el guionista, los actores y el público como cómplices de un relato, donde la maestría es el “saber contar la historia”.
El reality prende en la mayoría de los canales televisivos del mundo. Cumple así con el “asalto al espacio público” indicado por Gustavo Remedi. La promesa que le hace al espectador -que observa vidas íntimas desde el espacio de su propia intimidad- es “ser el ojo del Gran Hermano”, disfrutar con algo que no está en libreto: peleas, discordias, romances, duchas, trampas, calor humano, palabrotas, pijamas y todo lo que disfrutaría un voyerist, pero ahora es un voyerista legitimado. Curiosamente, a medida que el género se consolida en las audiencias, se hace necesario que intervengan los productores y estimulen entre los participantes la potencialidad de conflicto o de “vivir historias”, sin que el espectador lo note. Según el investigador y semiólogo, Alfredo Cid, del Instituto Tecnológico de Monterrey (México) los realitys que más rating han logrado en dicho país, son aquellos en los competidores se potenciaron como arquetipos conocidos: el héroe, la doncella ingenua, la bruja, la madre salvadora, el galán, el envidioso y otros.
En suma, este género hace reflexionar al investigador español Lorenzo Vilches de la siguiente manera: “la historia cotidiana puede ser más espectacular que las costosas inversiones en soap operas y todo ciudadano puede ser rey por una noche, con tal que sepa contar bien su historia”3

El “sin sentido” de la privacidad

Pero ¿cómo se nos presenta ese “mundo sin sentido” que parece invadir el espacio privado? ¿Se trata de una causa o del efecto de una tecnología de comunicación? La distinción que Hannah Arendt hace entre “labor”, “trabajo” y “acción” es clave para precisar el significado que para ella tiene la tecnología. Mientras que la labor es la actividad humana que cubre las necesidades, el trabajo crea un mundo de artificios y la acción es la capacidad de iniciativa, de iniciar algo nuevo y sólo puede darse en la pluralidad. El animal laborans está inmerso en el “proceso” de cubrir las necesidades e incluso la utilización de útiles e instrumentos forma parte del propio proceso vital. Es el reino de la necesidad. Es el homo faber quien crea un mundo artificial mientras que la acción, la capacidad de iniciar procesos, se da entre los hombres, no entre las cosas, y es impredecible, es el reino de la libertad. De esta forma, podemos especular que el medio también es el masaje, como lo dijo en la década del ’60 McLuhan. Lo difícil, si acentuamos la reflexión de Arendt es que el voyerismo de la vida ajena en la pantalla se acerca a la falta de libertad o quizás, al modo de Erich Fromm: al miedo que provoca la libertad al enfrentar al individuo consigo mismo, con sus propios ángeles y demonios.
Por otro lado, Sartori habla de la creación del Homo Ludens (lúdico) como consecuencia del Homo Videns, es decir, señala que la incorporación de la realidad a través de imágenes y no de conceptos abstractos propios de la palabra escrita, restan capacidad de entender. De esta forma, el espectador asume el rol de entretenerse frente a la pantalla o practicar juegos en el computador. Dice el investigador italiano: “El saber del homo sapiens se desarrolla en la esfera de un mundo intelligibilis (de conceptos y concepciones mentales) que no es en modo alguno el mundus sensibilis, el mundo percibido por nuestros sentidos. Y la cuestión es esta: la televisión invierte la evolución de lo sensible en inteligible y lo convierte en ictu oculi, en un regreso al puro y simple acto de ver. La televisión produce imágenes y anula los conceptos y, de este modo, atrofia la capacidad de abstracción y con ella, la capacidad de entender”4 .

Según Sartori, aquellos que mantienen la mirada benevolente en el fenómeno de la televisión en los hogares, argumentan que el saber mediante conceptos es elitista, mientras que el saber por medio de imágenes es democrático.



La masividad de los derechos

Justamente, el género o la cultura de los reality se basa en la “democracia” de la vida cotidiana. El juego hace suponer que “cualquiera puede participar”, lo que obviamente no es así, ya que los “casuales” competidores de los programas son seleccionados a través de rigurosos casting; otras veces, la idea es que quienes juegan son artistas o personajes famosos. Luego, se le ofrece al espectador conocer la evolución de los protagonistas a lo largo de un tiempo y hacerse parte de votaciones para apoyar o repudiarlos. Actividad que entrega cierto tufillo democrático: “uno como yo está tras la pantalla. La vida es una competencia y yo puedo intervenir con mi voto telefónico”. Llamada que, a su vez, también se cobra y toma parte de un concurso por un premio. En suma, el reality es la ilusión democrática, casi una regresión a los juegos infantiles, donde se simula una situación “como si fuera real”.
El filósofo francés Pascal Bruckner reflexiona sobre esta regresión de los ciudadanos-consumidores que exigen derechos, pero que rehuyen los deberes y las responsabilidades (¿homo ludens?): “Nada resulta más difícil que ser libre, dueño y creador del propio destino. Nada más abrumador que la responsabilidad que nos encadena a las consecuencias de nuestros actos. ¿Cómo disfrutar de la independencia y esquivar nuestros deberes? Mediante dos escapatorias, el infantilismo y la victimización, esas dos enfermedades del individuo contemporáneo. Por una parte, el adulto, mimado por la sociedad de consumo, quisiera conservar los privilegios de la infancia, no renunciar a nada, mantenerse instalado en la diversión permanente. Por otra, emula al mártir, aun cuando no sufra más que de la simple desdicha de existir”.
En este punto, Sartori duda que la irrupción de Internet se traduzca en una real herramienta de conocimiento para los adultos individualistas, criados con la televisión y sedientos del juego y la novedad. El escritor aventura que, si bien la Red ofrece una capacidad interactiva interesante, esta sobreoferta puede ahogar toda curiosidad, por lo cual el aspecto novedoso pasará a retiro y la oferta pasiva de la “caja idiota” será la que satisfará la necesidad de entretención ilimitada del agotado ciudadano-consumidor de hoy.
¿Libertad para elegir o esclavitud de un espacio público que invade lo privado? Pascal Bruckner sentencia: Eso es el individualismo: el desplazamiento del centro de gravedad de la sociedad hacia el particular, sobre quien descansan a partir de ahora todas las servidumbres de la libertad.

El juego continúa...
Sin embargo, la necesidad de nuevas ofertas de entretención que parezcan realidad a los aburridos individuos de hoy, sigue su curso. Más allá de los reality, talk shows o programas que muestren el mundo privado de los famosos o “el lado B” de la “gente común”, se agregan otros géneros a la parrilla audiovisual. Se trata de los falsos documentales. Es un híbrido entre la realidad y la ficción que presenta como verdaderos hechos absolutamente falsos, pero que “podrían ser ciertos”. Un antecedente es el famoso radioteatro realizado por Orson Welles en 1938 sobre la novela “La Guerra de los Mundos” (H.G. Wells), que atemorizó a muchos estadounidenses que no captaron la diferencia entre un reportaje radial y esta forma de contar una historia, bajo la imitación de modelos periodísticos.
Otro subgénero son las “Recreaciones”, no muy valoradas por los autores ni el público, pero que fueron incluidas en la década de los ’90 en muchos noticieros del mundo, bajo la forma de re-construir con actores desconocidos, la forma en que sucedieron hechos reales, en especial, testimonios policiales o de situaciones irrepetibles. Si bien, en la misma pantalla se coloca el crédito de ”Recreación” para avisar al espectador que las imágenes no son ciertas, no han faltado los problemas legales con los personas involucradas en la presentación. Actualmente, se siguen usando recreaciones, pero en formatos diferentes al noticiero tradicional.
Pues bien, el documental falso todavía no tiene muchos cultores, el más famoso que hoy se encuentra en polémica es Death of a president, del director canadiense Gabriel Range, donde en el estilo clásico de un documental realista, recrea las escenas de un virtual asesinato de George W. Bush por el terrorismo islámico. ¿Ético o no ético? ¿Podrá reconocer el espectador pasivo la realidad dentro de lo falso? ¿Superará la ficción a la realidad? Hasta ahora, se trata de un género que circula más vía internet o algunos documentales underground que han puesto en jaque la verdad sobre la llegada del hombre a la Luna, de Hiroshima y hasta del Holocausto. Sartori, aunque no habla del fenómeno, quizás opinaría que este nuevo género visual formará parte de los “juegos” para entretener los ojos y no mente del homo ludens.

Sobre los monopolios de la opinión pública

Un aspecto interesante que aborda Giovanni Sartori es el rol que está cumpliendo la televisión en el derrumbe de los líderes intermedios que ayudan a configurar la opinión pública. Según el autor, durante la época de oro de los periódicos y de las radios, las opiniones ciudadanas se formaban como cascadas que caían en forma escalonada desde arriba hacia abajo, con muchas mezclas y pozas de encuentros, donde líderes intermedios digerían la información y la canalizaban transformada en diversos puntos de vista. Actualmente, la homogenización del medio audiovisual no estaría aportando este efecto cascada, por el contrario, se entregaría un contenido masivo bajo la apariencia de recoger la voz de la calle. Esta situación debilita la democracia. Dice Sartori: “A la democracia representativa le basta para funcionar que exista una opinión pública que sea verdaderamente DEL público. Pero cada vez es menos cierto, dado que la “videocracia” está fabricando una opinión sólidamente hetero-dirigida que, aparentemente refuerza, pero que en sustancia, vacía a la democracia como gobierno de opinión. Porque la televisión se exhibe como el portavoz de una opinión pública que, en realidad, es el ECO DE REGRESO de la propia voz”.5

En este tema discrepa con el optimismo de McLuhan sobre la aldea global y la posibilidad de ver TODO lo que sucede en el mundo en la sala del hogar. Es aquí donde Sartori se cuestiona la veracidad de las imágenes, su potencialidad como engaño, no necesariamente porque SEAN una mentira, sino que por la selección de los encuadres y de lo que muestran. Así, una multitud en primer plano puede parecer una gran muchedumbre, pero filmada desde el aire o en los “lugares vacíos”, es capaz de dar la idea de una cantidad exigua.
Además de la selección de las tomas, los entrevistados y los ángulos, también se da otra manipulación silenciosa: las industrias de la distribución o la cantidad de canales que posea un satélite. Así, la panorámica mundial imaginada por McLuhan puede resultar no tan planetaria, pues países enteros donde aparentemente “no pasa nada” o no “son importantes”, quedan afuera del sistema... salvo que ocurra una catástrofe con muchos muertos.

Una cadena polémica
Desde el 15 de noviembre ya está funcionando Al Jazeera en inglés. ¿De qué se trata? De una cadena de televisión árabe, que ya está en el aire en formato internacional y en el idioma clave de occidente. Hasta la fecha, ha funcionado por y para el mundo árabe, con un promedio de 50 millones de espectadores. Ahora, gracias a la tecnología, transmitirá vía satélite desde Londres, Kuala Lumpur, Washington y Doha. Su lema es “Estableciendo la nueva agenda”. La importancia de este hecho, dentro del mundo televisivo, es que según el Secretario de Defensa de los Estados Unidos, Donald Rumsfeld, su cobertura es “malintencionada, imprecisa e inexcusable”. Agregó que los conflictos de Afganistán, Irak o el Líbano “traen una versión diametralmente distinta a la Casa Blanca”6. Por su parte, la cadena Al Jazeera se declara objetiva y contratará rostros creíbles del mundo occidental. Por su parte, Estados Unidos pretenderá contrarrestar esta influencia con la cadena Hurra, como también, ingresarán otras más combativas, como Al Manar del Hezbollá y otras de identidad nacional, como el canal de Arabia Saudita Al Arabiya.
En este ejemplo, vemos una lucha por imponer un punto de vista a la opinión pública del mundo árabe, aunque no existe una real certeza de cuánta cabida tendrá en las pantallas del mundo, pues no son masivas, pero aún, cuestionan el poder en cuanto a quiénes tienen el derecho de ocupar las tecnologías de la información. En general, los altos costos son el filtro, pero las influencias políticas tienen su rol también.
El caso de Al Jazeera ilustra hasta qué punto mucha de la información que es presentada como verdadera a través de los satélites, no lo es en su totalidad, o bien, se encuentra ausente o bajo ciertos enfoques manipuladores. La pregunta es ¿Quién es el autorizado para transmitir una agenda? ¿Todos somos víctimas? ¿El juego pueril se ha apoderado del homo videns?¿Hay libertad de información para la democracia?
El propio Sartori reflexiona al respecto: “Cantidad y velocidad no tienen nada que ver con libertad. La desproporción entre el producto que se ofrece en la red y el usuario que lo debería consumir es colosal y peligrosa”7




1 Columna “Artes y Letras”. El Mercurio 05 noviembre 2006
2 Remedi Gustavo “La Ciudad Latinoamericana S.A (o el asalto al espacio público) Revista Escenario 2. Nº1,Uruguay, 2001.
3 Vilches Lorenzo es autor del texto “Manipulación de la Información Televisiva”. Editorial Paidos Comunicaciones, Barcelona, España, 1989.
4 Sartori Giovanni : Homo Videns: la sociedad teledirigida”. Cap. V El empobrecimiento de la Capacidad de Entender. Pág 47. Editorial Taurus, Madrid, 1998.

5 Sartori Giovanni “Homo Videns....” Cap. “la formación de opinión”. Pág. 72
6 “El Mercurio”. Cuerpo A, 05 noviembre de 2006.
7 Sartori Giovanni “Homo Videns...) Cap. Regnum Hominis y hombres bestias. Pág 135.


LAS MÁSCARAS DEL CASO MAPUCHE
Por María del Pilar Clemente

Si Regis Debray señala que las máscaras mortuorias de la antigüedad representan la transición de la vida a la muerte, que mantiene fija una representación del difunto, en el caso mediático del llamado Conflicto Mapuche, el rol de las imágenes y de las metáforas de la noticia buscan deslegitimar a los mapuches como ciudadanos activos del Chile de hoy. Hasta 1994, fecha de la Ley Indígena que recuperó el nombre y la existencia legal de nueve poblaciones (no pueblo por razones de leyes internacionales)indígenas, la presencia mapuche se mantenía como un "ayer", seres heroicos de la historia, sujetos del primer escudo nacional, cantados hasta por los enemigos españoles (Alono de Ercilla, Pedro de Oña). El Ministerio de Educación se conformaba con que, para las fiestas patrias, quizás para el viejo "Día de la Raza", hoy de "Las dos culturas" (aunque ahora que cambió de nombre casi no tiene cobertura de medios ni es un evento que mueve a los colegios del país). Bueno, antes bastaba con algunos disfraces y recordar. Eran una máscara del ayer, manejable, estática, que se podía incorporar como "parte del pasado; nuestra valentía de hoy". Sin embargo, la existencia "prosaica" de los indígenas en el presente, con reivindicaciones, pobreza, luchas culturales, protagonistas de hechos ambientales, hace que la máscara deje ver al muerto. El resultado puede no ser agradable. De hecho, a otro personaje recién muerto se lo prefirió cremar, para que la máscara jamás fuera violada. En la Mediósfera actual, es decir, en el espacio donde los medios fabrican creencias, legitimadas por el Estado, se tensiona la imagen mapuche: esa violencia guerrera de ayer, hoy es terrorismo. El estigma sigue presente, más aún, cuando el sujeto civilizador era el conquistador español. Símbolos y máscaras que chocan con otras metáforas. Para el grupo más conservador de Chile, las máscaras heroicas de los españoles también está en pugna: no perdonan que hayan sido los propios hijos de la Madre Patria de la cultura "civilizada", los que no hayan reconocido al General héroe, mejor dicho, a su máscara, pues su cuerpo son cenizas.Los pueblos indígenas no se pueden reducir a cenizas. El estigma es más fácil. Así, forman parte de los excluidos, en este caso, de un grupo que "debió quedarse en la historia", como lo dijo en otras palabras, el historiador Sergio Villalobos. Como dice Regis Debray, pasaron a la invisibilidad medial y a la fragmentación del eterno presente. ¿Quién tiene tiempo de entender lo que es el conflicto mapuche? Más aún, si no quieren ponerse la otra máscara más alegre que los medios usan para otros grupos indígenas: el disfraz turístico, más vendedor, más espectacular

COLÓN, EL 12 DE OCTUBRE Y EL “CHILE FELIZ” DE TIRONI

Más que continuar analizando lo que fue el llamado “Día de la Raza”, “Descubrimiento de América” y el hoy políticamente correcto “Encuentro de las Dos Culturas”, conviene destacar por qué se nos metió en la cabeza que podíamos ser felices. (Por María del Pilar Clemente)

Cada vez se conmemora menos el 12 de octubre. Cada año, parece sumergirse en una fecha menor, tanto para España como para América Latina o la “Íberoamérica”. Un hecho que, al inicio del siglo XX, solía ocupar portadas de periódicos y revistas en las capitales de Latinoamérica. Por supuesto, con fotografías y reseñas en relación a la Madre Patria, sus bailes, costumbres y desfiles.
Sólo después de los año ’70, luego de los movimientos de rescate popular, del folclore urbano, de los sueños bolivarianos que emergen cada cierto tiempo,, algunas de esas portadas incluyeron las figuras de la ceremonia “alternativa”: el recuerdo, el rito de los pueblos originarios aún vigentes.

Con la globalización e internet, las portadas de la actualidad ya no se detienen en el tema. La última gran cobertura correspondió a la celebración de los 500 años del descubrimiento en 1992, con la Feria de Sevilla, el famoso iceberg de Chile, el inicio de la democracia y el descenso del “evento” al hielo sin memoria de las fechas que hoy no son factibles de vender en el comercio a través de obsequios, restaurantes y espectáculos.

La oportunidad

En las nacientes repúblicas había cierto tufillo de odio hacia lo hispano, como guerrero-conquistador, pero no como agente cultural, que siempre fue sobrevalorado, según lo atestiguan escritos como los de Francisco Bilbao en su “Evangelio Americano” (1864) y su “Sociabilidad Chilena” (1844), a pesar de sus mensajes transgresores en contra de la jerarquía católica y de la alta burguesía heredera de ciertos adormilados vicios coloniales, el joven abogado de aquel Chile efervescentemente republicano no dejaba de admirar la obra civilizadora hispana, en cuando a la cultura y la lengua por sobre la “barbarie” indígena.

Sin embargo, este pensador y rebelde nacional, vislumbraba un excelente provenir para el continente. Así lo profetizaba en su “Evangelio Americano” escrito en Buenos Aires, poco antes de su muerte:

“Tu doctrina, Oh América, será el movimiento natural de la fuerza libre, determinado por la visión de la verdad- principio: es decir, la doctrina no de la amalgamación, confusión, unidad, comunismo, panteísmo, o cantidad continua inseparable como masa oceánica, pero sí, la doctrina de la individuación de todas las existencias dormitantes aún en el eterno pensamiento del progreso. La metafísica americana resolverá el problema terrible de la creación, dando el ejemplo todo americano, de ser un creador”(pág 101)

Esperanza latente

¡Convertirnos todos en creadores de nuestro destino y de nuestros conceptos de progreso! Una esperanza que empezó a desmigajarse con la llegada misma del navegante genovés a estas Tierras Ignotas, que él pensó eran las Indias.

Sin profundizar en el choque de las dos culturas, en el destino que tenía esta tierra con otro nombre y en otra lengua. No lo sé y dejemos que los historiadores se refrenden unos a otros con las teorías de la “leyenda negra” o la “leyenda blanca”.
Prefiero reflexionar sobre un nuevo documento que encontró la historiadora española, Isabel Aguirre, en los Archivos de Simancas, cerca de Valladolid. Se trata de un manuscrito que revela los primeros siete años de la llegada de los españoles al Caribe y donde aparecen 23 testimonios, donde diversas personas reclaman malos tratos, torturas y abusos de parte de Cristóbal Colón a sus subalternos, tanto europeos como indígenas.

¿Qué se puede esperar si, además de los problemas de adaptación entre pueblos originarios se incluye esta muestra que refleja la intolerancia del propio “descubridor” de las Américas?

Esto grafica que Latinoamérica aún tiene pendiente el problema de su germinación, de sus inicios y su “pie forzado” durante el siglo XIX en imitar el ritmo del progreso europeo y los estándares de los Estados Unidos, el más exitoso en cuanto a su “parada” como sujeto activo y constructor del nuevo mundo. No en vano se autoadjudicó el gentilicio “americano” como sinónimo de “estadounidense”, considerando que América, como territorio, engloba a todos los países que lo habitan.
Incluso, es importante señalar que la Constitución de los Estados Unidos, redactada el 04 de julio de 1776 por Thomas Jefferson, incluyó una frase que sorprendió a muchas naciones en el mundo en su tiempo, las que posteriormente, agregarían estas palabras en sus Cartas Fundamentales:

“Todos los hombres han sido creados iguales; que el Creador les ha dotado de ciertos derechos inalienables, entre los cuales figuran: la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”.

Era la primera vez que una nación manifestaba dentro de los derechos del hombre, la felicidad, eje central del sujeto individual de la Era Moderna.

El Chilean happy-hour

En octubre del 2006, el sociólogo y cerebro de la campaña política de Ricardo lagos, Eugenio Tironi, anunció la publicación de un libro: “Chile y la Ruta de la Felicidad”, donde advierte que nuestro país debería ser más proclive al modelo de desarrollo europeo que al estadounidense, para llegar a un destino de felicidad.
Es más, el profesional agrega que un objetivo de los gobiernos es hacer feliz a la gente y que el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), debiera incorporar cifras para medir la “tasa de felicidad”. Como el buen analista que fue de la Campaña por el No y la del Sí, que cuajó en el Plebiscito de 1988, cuyo resultado dejó fuera de juego a Pinochet, debió recordar Tironi aquella idea eje, el famoso slogan del NO: “La alegría ya viene”, bajo un gran arco iris primaveral. Es decir, la sonrisa, la felicidad siempre es un imán para los sueños de un país; una promesa eterna.


El tirano de la carabela
¿Qué tiene que ver la felicidad con Cristóbal Colón y el 12 de octubre? Salvando lo obvio, que el libro ha sido anunciado en octubre, un mes con fama de revoluciones mundiales, plebiscitos y elecciones en Chile... la verdad es que la relación se da en las palabras proféticas de Bilbao, en las que ensalza al sujeto individuo como creador de su historia, de su futuro. Se relaciona, con el problema de un continente que todavía no digiere su destino, a medio camino entre las tendencias económicas y culturales que siempre “otro” quiere darle. Para Tironi se trata de las pugnas de influencia entre Estados Unidos y de Francia, un país que propone como modelo para Chile.

Aunque admite que alcanzar un ingreso per capita de unos 2.000 a 3.000 dólaricos ayuda a la felicidad, señala el sociólogo lo siguiente, en cuanto a los factores que más infelicidad provocan en el país: “El materialismo ramplón. La filosofía ultraliberal de que todas las relaciones se reducen a un interés económico. Eso ha terminado por destruir vínculos familiares, barrios y ciudades. Es un proceso que es necesario contener y hasta revertir” (El Mercurio, Sociedad, 01 octubre 2006).

Familia y dinero

Según la encuesta realizada por la Consultora Cimagroup (Fuente Universidad de Leicester y El Mercurio) los factores que más producen felicidad a los chilenos son las redes familiares, la buena situación económica y las relaciones amorosas.
Los logros académicos son importantes desde los 13 hasta las 25 años, después, se reemplazan por ser padres, la familia y la vida en pareja.
Ya en cuarto lugar, figuran la casa propia y el desarrollo profesional y académico en los adultos.
No deja de ser curioso que muy atrás, en la cola, se encuentran los valores de la buena salud, el desarrollo personal y la vida espiritual. Lo que se contradice con la supuesta importancia que los chilenos le darían a la religión, según conceptos de Tironi. De esta forma, el sociólogo se sorprende un poco de que Chile haya crecido económicamente, sin bajar del pedestal a la familia.

Tal vez, la explicación la da él mismo, en cuanto a la falta del Estado de bienestar y el aprovechamiento del tiempo de ocio, más típico de los europeos y del cual se carece en el país. Así, la gran red de protección y ayuda, sigue siendo la familia.

¿hay un techo para la algo tan intangible como la felicidad? Según el sociólogo, el crecimiento al estilo croissant galo y el contar con mediciones e índices que hagan los gobiernos sobre este estado espiritual de los ciudadanos, podrían dar la respuesta.

Ya antes, el propio Cristóbal Colón no fue capaz de mezclar la tortilla de “patatas”(¿herencia bastarda americana?) con el ají en esta tierra que, obviamente, le quedó grande y por algo, no está enterrado en ella, sino que en Sevilla.
Por ahí, Simón Bolívar (siempre Bolívar) aventuró en los inicios republicanos de Sudamérica esta reflexión:

“Son derechos del hombre: la libertad, la seguridad, la prosperidad y la igualdad. La felicidad general, que es el objeto de la sociedad, consiste en el perfecto goce de estos derechos”

Quizás Eugenio Tironi descubrió la pólvora....¿alguien del curso quiere dejarse medir con su “cajita feliz” para las estadísticas de nuestro querido Tironi?